(Jamma) Son pocas, pero tienen un denominador común: la tolerancia hacia comportamientos que en sí mismos no dañan a nadie, pero la necesidad de regular un mercado sin imponer prohibiciones que corren el riesgo de ser contraproducentes y, al mismo tiempo, intervenir sobre las consecuencias negativas, es decir, la enfermedad del juego y el riesgo de dilapidación del patrimonio.
Luca Gibillini, concejal municipal de Sinistra ecologia e libertà, se declara antiprohibicionista y afirma que "no es fácil afrontar el problema con serenidad, equilibrando la protección social y el antiprohibicionismo". Según Gibillini es necesario “no dejarse llevar por el impulso y la preocupación y reaccionar con prohibiciones horizontales, nunca positivas”. Recibe muchos comentarios en contra de su idea, pero explica: “Estoy en contra de las prohibiciones pero para enfrentar el daño causado. Yo no prohibiría la pasta para evitar la obesidad”. Y subraya que la prohibición horizontal “crea un mercado ilegal peor, que enriquece a las mafias descontroladas”.
En la misma onda encontramos a Yuri Guaiana, vicepresidente de la zona 2 de los Radicales. Guaiana, quien es presidente de la comisión de comercio, dedicó algunas sesiones de la comisión a los salones recreativos, tituladas "Entre la adicción y el antiprohibicionismo". Según Guaiana, “el juego puede ser adictivo con graves riesgos para la salud. La solución no puede ser la prohibicionista sino la de la información y el control de las infiltraciones”. El exponente radical dice estar de acuerdo con los incentivos para los bares que no instalen máquinas tragamonedas y señala un posible camino a seguir: “Identificar lugares donde se puedan concentrar estas actividades, para que se mantengan a la intemperie sin regalar otro mercado lucrativo al crimen organizado”. .
